Mientras que no se puede negar que hubieron
profetas judíos y escuelas místicas de gran habilidad, y que poseían gran cantidad
de saber recóndito en los tiempos Bíblicos, como el de Samuel, los Esenios, y Philo, la primera
escuela qabalística de la cual poseemos público y exacto registro fue conocida
como la Escuela de Gerona en España (siglo XII DC), llamada así porque su fundador,
Isaac el Ciego, y muchos de sus discípulos nacieron allí. No se sabe prácticamente nada del
fundador de la escuela. Dos de sus estudiantes fueron Rabí Azariel y
Rabí Ezra. El primero fue el autor de una obra filosófica clásica titulada “El Comentario
Sobre las Diez Sephiroth”, una excelente y la más lúcida exposición de filosofía
qabalística, considerada una obra autorizada por aquellos que la conocen.
Estos fueron aventajados
por Nachmanides, nacido en 1195 D.C., quien fue el artífice de la atención prestada a este
sistema esotérico en aquellos tiempos en España y en Europa en general. Sus obras tratan,
principalmente, de los tres métodos de permutación de números, letras y palabras.
La filosofía qabalística experimentó una profunda elaboración y exposición en manos de Isaac Nasin
y Jacob ben Sheshet, en el siglo XII.
La próxima en sucesión fue la Escuela de Segovia, y sus discípulos, entre los cuales
estaba Todras Abulafia, un médico y financiero que ocupó una de las posiciones más
importantes y distinguidas en la corte de Sancho IV, Rey de Castilla. La característica
predisposición de esta escuela fue su devoción a los métodos exegéticos; sus discípulos
se esforzaron por interpretar la Biblia y el Hagadah de acuerdo con la doctrina
de la Qabalah.
Otra escuela contemporanea creyó que el judaísmo de aquel momento, tomado desde
un punto de vista exclusivamente filosófico, no indicaba “el camino correcto al Santuario”,
y se esforzaron en combinar filosofía y Qabalah ilustrando sus diversos teoremas
con fórmulas matemáticas.
Hacia el año 1240 nació Abraham Abulafia. Estudió filología, medicina y filosofía,
así como los pocos libros de Qabalah que en aquel momento existían. Pronto intuyó que
la filosofía de los números de Pitágoras era idéntica a la expuesta en el Sepher Yetzirah
y, más tarde, insatisfecho con la investigación académica, se dedicó a aquel aspecto
de la Qabalah denominado Qabalah Práctica, que hoy en día llamamos Magia.
El Zohar impresionó de tal forma al celebre metafísico Ramón Lull, que le sugirió
el desarrollo del Ars Magma, una idea en cuya exposición exhibe las más sublimes
ideas de la Qabalah, contemplándola como a una ciencia divina y una revelación
genuina de Luz en el alma humana. Fue una de aquellas pocas figuras aisladas atraidas por
su estudio, que entendió su uso de un tipo particular de símbolos, y se esforzó en
construir un alfabeto filosófico y mágico práctico.
Abraham Ibn Wakar, Pico della Mirandola, Reuchlin, Moses Cordovero, e Isaac Luria,
son unos pocos de los pensadores más importantes anteriores al siglo XVII cuyas especulaciones
han afectado en formas diversas al progreso de investigación Qabalística.
El primero (un aristoteliano) hizo una tentativa realmente noble de reconciliar
a la Qabalah con la filosofía académica de su tiempo, y escribió un tratado que es un excelente
compendio de Qabalah.
Mirandola y Reuchlin fueron cristianos que emprendieron un estudio de la Qabalah con el motivo
oculto de obtener un arma adecuada con la cual convertir a los judíos al cristianismo.
Cordovero se convirtió en un maestro de la Qabalah a una temprana edad y sus obras son
filosóficas y tienen poco que ver con la cuestión práctica o mágica.
Luria fundo una escuela totalmente opuesta a la de Cordovero. Él mismo fue un celoso
y brillante estudiante del Talmud y del saber rabínico, pero se encontró con que el simple
retiro a una vida de estudio no le satisfacía. Acto seguido se retiró a las orillas del
Nilo, donde se dedicó exclusivamente a la meditación y a las prácticas ascéticas, recibiendo
visiones de caracter sorprendente. Escribió un libro exponiendo sus ideas sobre la teoría
de la Reencarnación ("ha Gilgolim"). Un alumno suyo, Rabbi Chayim Vital,
produjo una amplia obra titulada “El Árbol de la Vida”, basada en las enseñanzas
orales del maestro, dando de esa forma un ímpetu tremendo al estudio y práctica qabalística.
Existen varios qabalistas de diversa importancia en el periodo intermedio de la
historia del Post-Zoharico. Rusia, Polonia y Lituania dieron refugio a gran número de ellos.
El movimiento evangelista espiritual, inaugurado entre los judíos de Polonia por Rabí Israel Baal
Shem Tov en la primera mitad del siglo XVIII, es lo suficientemente importante como para citarlo aquí.
Pues, aunque el Jasidismo, como se llamó a este movimiento, deriva su entusiasmo del
contacto con la naturaleza y con el aire libre de los Cárpatos, tiene su origen
literario y su significativa inspiración en los libros que forman la Qabalah.
El Jasidismo dio las doctrinas del Zohar al “Am ha-Aretz” como ningún grupo de rabinos había conseguido
hacerlo, y además, parece ser que la Qabalah Práctica recibió al mismo tiempo un impulso
considerable. Pues nos encontramos con que Polonia, Galicia y ciertas
zonas de Rusia fueron escenarios de actividades de rabinos errantes y
especialistas del Talmud, a quienes se les dio el nombre de “Tsadikim” o magos; hombres
que asiduamente dedicaban su vida y sus poderes a la Qabalah Práctica.
Aún así, no fue hasta el siglo pasado, con un impulso a toda clase de estudios de mitología
comparativa y controversia religiosa, que descubrimos un intento de unificar todas
las filosofías, religiones, ideas científicas y símbolos en un Todo coherente.
Eliphaz Levi Zahed, un diácono católico romano de señalada perspicuidad,
publicó un brillante volumen en 1852, “Dogma y Ritual de Alta Magia”, en el que encontramos
síntomas claros e inequívocos de una comprensión de la base esencial de la Qabalah. Sus diez
sephiroth y las veintidós letras del alfabeto hebreo como una organización adecuada para la construcción
de un sistema práctico de comparación y síntesis filosófica.
Hallamos luego un volumen afín publicado poco tiempo después,
“La Historia de la Magia”, donde _indudablemente para protegerse de la censura
que apuntaba hacia él y para despistar a insospechados seguidores de la pista_
contradice sus anteriores teorías y conclusiones.
Varios fieles expositores de impecable erudición de la última mitad del siglo
XIX fueron los artífices de la moderna regeneración de los principios fundamentales y sensatos
de la Qabalah, sin ribetes teológicos ni supersticiones histéricas que habían
sido depositadas sobre esta venerable y arcana filosofía durante la Edad Media.
Algunos de ellos fueron: W. Wynn Westcott,
que tradujo el Sepher Yetzirah al inglés y
escribió “Una Introducción al estudio de la Qabalah”;
S. L. McGregor Mathers,
el traductor de partes del Zohar y “La Magia Sagrada de Abramelin el Mago”; Madame Blavatsky,
aquella mujer de corazón de león, que atrajo la atención de estudiantes occidentales
por la filosofía esotérica oriental; Arthur Edward Waite, que realizó sumarios asequibles
y muy bien expuestos de varias obras qabalísticas.