Golden Dawn

Alquimia

Iniciación y Muerte

por Tommy Westlund

«Visita el interior de la tierra, a través de la rectificación hallarás la piedra oculta.»
V. I. T. R. I. O. L.

Qué es (o representa) realmente una “iniciación”? Inicialmente, me he encontrado con términos tales como “renacimiento” y “un nuevo comienzo”, en infinitas variantes, Y aunque aún los considero como definiciones válidas, existen otros aspectos que, últimamente han resultado de mayor importancia. Por sobre todo, está aquel aspecto en el que la iniciación representa una intensa muerte, la cual es tanto dramática como física: el estado de nigredo alquímico que, a su vez, es el prerrequisito para (y el camino por el cual) el subsiguiente proceso de renacimiento sea posible. Como el pájaro Fénix, debemos disgregar e incinerar nuestros elementos a cenizas, para ser entonces capaces del elevarnos como adeptos en el camino mágico. En términos alquímicos, debemos encontrar nuestra prima materia y seguir los aparentemente fáciles principios encontrados en el V.I.T.R.I.O.L. y en el solve et coagula. Morir, sin embargo, no es un proceso fácil para la mayoría de la gente, en tanto va en contra de nuestro sentimiento de sí. Es mi esperanza que este artículo ayude a aquéllos que aún no han transitado este proceso de muerte aún, pero están en el camino de hacerlo.
Adicionalmente, considero que existe un gran vacío en las descripciones de esta muerte, así como en lo que esta muerte puede significar (y ser experimentada como tal) para el candidato, especialmente en la literatura ocultista popular de este último siglo. El énfasis recae, por el contrario, en la “luz”, y en lo que viene tanto antes como después, pero este enfoque unilateral, y por ende negligente de los procesos de muerte, sólo tiende a convertirlos en algo inconsciente y por lo tanto, más aterrorizantes. Muy a menudo, estos procesos resurgen como un disgusto o rechazo instintivo, inconsciente, por la tradición, sistema u Orden en la cual uno está trabajando. Más de una vez, el candidato, en consecuencia, elegirá terminar el proceso y su trabajo. Es entonces mi esperanza y deseo, que las subsiguientes frases servirán tanto para fortalecer como para inspirar, mostrando que la noche oscura es tal vez la señal más importante de que el proceso realmente funciona, cuando uno menos supone que está sucediendo.

Los

Principios Cíclicos del I A O

Cuando cada proceso eficaz de iniciación incluye muchas fases diferentes, las cuales he denominado en otros artículos como los principios I A O, y los cuales en sí mismos incluyen “muerte” y “renacimiento”, puede parecer extraño que ponga aquí tanto énfasis sobre el proceso de muerte. Es mi opinión, sin embargo, que esta muerte es el aspecto primordial que el proceso de iniciación busca alcanzar y al mismo tiempo (en muchos modos diferentes) preparar al candidato para la misma. La muerte así experimentada es el producto final, y la entrada dentro del siguiente nivel, de una serie de muertes menores y experiencias de renacimiento: los así llamados ciclos I A O.
A menudo, uno es capaz de ver estos procesos en una fase dividida en 3, llamada los principios I A O. Cuando algo es iniciado o comenzado, uno se ve imbuido con sentimientos de compromiso, poder, interés, y profundo deseo. Se tiende a proyectar únicamente los aspectos positivos del trabajo, tradición u Orden. Esta fase es simbolizada por la Diosa Isis, la Madre Poderosa, y su viabilidad literalmente burbujea y explota alrededor del sujeto. La similitud con estar enamorado es enorme.
Tarde o temprano, esta fase pasa a su contraparte. Lo que anteriormente se vivenció como significativo, estimulante y gratificante es experimentado como opaco, aburrido y falto de significado. La proyección positiva es reemplazada por una proyección negativa, la cual puede ser dirigida tanto a la tradición y a la Orden como un todo, y/o al Hierofante u otras autoridades dentro del templo. Esta fase es simbolizada por el Dios destructor Apophis, y es algunas veces nombrada como la noche oscura del alma. Es sin embargo importante recordar (o recordarse) que esto es parte del proceso de iniciación. (Debe notarse sin embargo que hay una gran diferencia entre estas fases Apophis, que van y vienen constantemente en ciclos, y “la noche oscura del alma”. Esta última será descripta en detalle más adelante).
Durante la fase de Apohis es bastante común experimentar tensiones en uno o más de los planos físico, mental, emocional y espiritual. El “flujo” interno puede ser visto como restringido o retenido. Las meditaciones y rituales ya no proporcionan los resultados a los que estábamos acostumbrados, e incluso si se alcanzan resultados positivos, es bastante duro continuar con la experiencia o motivarse uno mismo para continuar con el trabajo personal. Se puede experimentar una necesidad general de dormir, en cualquiera (o más de uno) de los planos mencionados. Incluso si consideramos que “sabemos” lo que debemos hacer para cambiar este estado, no podemos encontrar la fuerza para comenzar o mantener el trabajo personal.
Es confrontando (y estableciendo) inicialmente las proyecciones in-, sub- y conscientes de uno mismo, que la entrada dentro de la tercera fase puede ocurrir, simbolizada por la muerte y resurrección de Osiris. La entrada puede también ser experimentada (y comparada) con un proceso de muerte y renacimiento, que nos alivia, pero paradójicamente acepta la vida. Cuando se es capaz, de esta manera, de crear una síntesis personal, uno se libera a sí mismo de, por lo menos, algunos “autoengaños” y “conceptos erróneos”, y tiene la posibilidad de ver a los procesos, personas y arquetipos en una luz y contextos diferentes. Se experimenta una actitud nueva y cambiada hacia los problemas vivenciados inicialmente; bajo la luz de Osiris, incluso ya no los consideraremos como problemas. Una suerte de “trascendencia” ha ocurrido, la cual nos lleva un paso hacia arriba (o hacia abajo) de la espiral, y conecta esta fase con la siguiente fase de Isis. Un koan Zen lo ilustra de la siguiente manera: primero, el adepto ve el árbol (fase de Isis), luego cuando el conocimiento acerca de la realidad de las ilusiones ha sido incorporado dentro de la conciencia, el árbol ya no puede ser visto (fase de Apophis), y finalmente el árbol puede ser visto nuevamente cuando se ha alcanzado una comprensión más profunda de la realidad y las ilusiones personales han sido alcanzadas (fase de Osiris).
Las palabras clave para ser capaces de atravesar estas fases en particular, y el camino del ocultismo en general, son sin duda paciencia y resistencia. Personalmente, he encontrado a menudo que puede ser más fácil desplazar la mirada y enfocarse hacia otro sistema o tradición, “olvidando” por lo tanto temporariamente lo que supone que sabía acerca del sistema actual. Cuando conceptos similares son descriptos desde otro sistema simbólico, una nueva luz puede caer sobre alguna situación personal, y la fase de Osiris puede ser iniciada y experimentada.
Este simple I A O, dividido en tres fases puede, por supuesto, ser aplicado a aspectos completamente diferentes a aquellos relacionados con el ocultismo. Lo que a menudo aparece como característica distintiva es, sin embargo, que éstos son procesos cíclicos actuales y vivientes; por lo tanto no se detienen cuando uno alcanza la fase de Osiris por primera vez.
Dentro del camino del ocultismo estos ciclos culminan en el encuentro con el guardián del Umbral. Se dice que el Guardián resume todos los miedos, aprensiones y procesos reprimidos que no han sido aceptados o trabajados, y constituyen un obstáculo entre uno mismo y el propio sagrado ángel guardián. Es aquí que la gran o real experiencia de muerte ocurre, lo que los Egipcios llamaban la “muerte en vida”. Se distingue, en forma prominente, de las fases de muerte iniciales, por su fuerza y significación. Volveré a este punto, más adelante, con mayor detalle.

Varias vidas durante un cierto número de años

Qué es lo que una iniciación busca realmente conseguir? Una respuesta es que la iniciación busca comprimir una vida entera de experiencias dentro de un período de tiempo tan corto como tal vez una década y, por extensión, un cierto número de encarnaciones dentro de una misma vida. El aspecto primario es que, en consecuencia, el candidato experimenta procesos (tanto subjetivos como objetivos), que lo llevan más allá de la mera comprensión casual del conocimiento (uno puede leer cierta información y comprenderla racionalmente, pero es sólo cuando esta información es experimentada y expresada en forma integral, que este “conocimiento” será transformado en una sabiduría comprensiva). En este punto, se alcanza una comprensión significativamente más profunda, lo que automáticamente significa una importante transformación para la persona en cuestión.
Con esta vista del proceso, sería tan infantil creer que la travesía se auto-sustenta, como que será un viaje fácil y divertido. Incluye, y debe incluir, tanto experiencias inspiradoras y momentos de “iluminación” confortables, como momentos de dolor y sufrimiento. Es principalmente de estos últimos estadíos que surge nuestro crecimiento como individuos y gradualmente seremos capaces de elevarnos como adeptos, con el poder y creencia en nosotros mismos, sustentados en los estadíos anteriores.

Ceder no es lo mismo que entregarse

Sin importar la tradición y sistema simbólico que subyacen el proceso de iniciación individual, todas los niveles de conciencia del candidato son bombardeados durante el mismo. Esto ocurre cuando el simbolismo que la tradición o sociedad está usando, está direccionado tanto a asistir como a forzar las experiencias y cambios que necesitan ser suceder y ser experimentados. El simbolismo está por lo tanto, y en principio, al servicio de apelar a la mente racional e intuitiva, y actuar como carnada para el trabajo presente y futuro, y secundariamente, en una perspectiva a largo plazo, a que los niveles inconscientes actúen como terreno desde el cual uno es capaz de elevarse, cuando la fase de muerte sucede. Esto puede ser comparado con el proceso que a veces se representa como el cruce del abismo (el pasaje sin ruta desde Chesed a Binah en el Arbol de la Vida, a través del Velo de Isis). La prueba que debe ser alcanzada aquí, es la cesión de todo el conocimiento que uno ha aprendido a todo lo largo de la travesía, para beneficiarse con una comprensión considerablemente más profunda del mismo. En otras palabras puede ser descripto como una comprensión que lo que uno ha experimentado hasta entonces y visto como un mapa de uno mismo y de la realidad (o tal vez incluso interpretado como realidad), en el mejor de los casos es un mapa, de un mapa de la realidad. Para ser capaz de continuar el progreso, uno tiene que “ver” la forma o laberinto que ha usado para llegar hasta allí, y cederlo. Cuanto más esta forma ha significado para uno, más dura será su cesión.
El gran desafío aquí es por lo tanto, ceder lo que uno creyó que era real, por algo más profundo o verdadero dentro de uno mismo, sin darse entregar el proceso, sin darse por vencido. Muchos son los que han perdido su fe in su propio camino durante estos estadios, y como resultado de esto, sintieron que todo por lo que habían pasado, experimentado y sentido durante la travesía era una ilusión vacía de significado. Continuar con el trabajo puede por los tanto ser experimentado como un autoengaño adicional, y la solución racional sería abandonar el proceso y trasladar su visión, foco y concentración hacia áreas de vida completamente diferentes. En este punto, es de la mayor importancia que, en algún lugar profundo dentro de uno mismo, tratemos de recodar las sabiduría y simbolismo en la que uno ha participado, y tratar de pensar cómo esto puede ser aplicado al proceso personal, el que, sin importar lo que uno piense o crea, no puede ser detenido.

Angeles Guardianes y Demonios

Una de las experiencias más místicas relacionadas con Malkuth (la sephira inferior en el Arbol de la Vida) es la visión Del propio Angel Guardián. Esta visión aparece muy tempranamente, en los comienzos del trabajo personal, y pretende, entre otras cosas, devenir en fuente de inspiración y como estrella guía. De ninguna manera indica que uno está en el camino correcto. Mis experiencias indican que existe un lado oculto que no se considera: la visión de la propia “sombra” o demonio. Mientras que el primero es generalmente experimentado en forma consciente (en términos psicológicos puede ser comparado con el primer contacto entre el self consciente o “Yo” y el Ser Superior), el último usualmente ocurre en un nivel inconsciente (el conflicto/contacto del self con la Sombra). Algunos se asustan tanto con esta experiencia que inmediatamente se distancian del trabajo que los ha llevado hasta este punto. Para muchos otros las experiencias positivas conscientes con el Angel Guardián son consideradas como más fuertes o importantes, por lo que el trabajo puede continuar por mayor tiempo.
Cuando estas visiones han realmente ocurrido, consciente o inconscientemente, el candidato tiende a proyectar estas experiencias en el medio ambiente. La experiencia positiva es entonces proyectada sobre la tradición como un todo, o sobre una o más de las autoridades dentro de aquella en particular (por ejemplo, el Hierofante del Templo). La experiencia negativa tiende a ser proyectada hacia el afuera, tanto sobre otras sociedades o tradiciones, o miembros y amigos que uno encuentra ciegos o ignorantes, en ciertas formas. En definitiva, uno se autofortalece creando un enemigo externo, y el denominador común para estos enemigos es que no siguen el camino “verdadero” o “correcto”, o que no obedecen al Dios correcto, o no tienen la moral correcta, etc. Estas tendencias son bastante fáciles de observar en el mundo en general, pero son al menos igualmente reales dentro de grupos e individuos que se consideran a sí mismos en el camino hacia la autoconciencia ( self-awareness ) total. En el mundo del ocultismo, los así llamados grupos o sociedades “blancas” y “negras” han, a través de los años, proyectado estas ideas unas sobre las otras. El grupo o tradición al cual uno pertenece es entonces “siempre” considerado el único que realmente comprende la forma en que las cosas son, y tiene acceso a la sabiduría y poder auténticos (sin importar si estos son considerados como provenientes de Dios o Satán, la Conciencia Superior o el Inconsciente, la Luz o la Oscuridad, etc.), mientras que el otro lado está cegado por su propia luz, respecto de la oscuridad, y está bastante (o totalmente) perdido.
Estos grupos “negros” u “oscuros” tienden por lo tanto a desplazar el simbolismo y enfocar todo el poder consciente sobre la sombra o demonio, mientras que la visión del Ángel Guardián es reprimida hacia un nivel inconsciente. De esta manera, el inconsciente gobierna y controla tanto en estos casos, como en los mencionados anteriormente.
Cuanto más trabajo uno realiza para efectuar un contacto claro y consciente con alguno de estos opuestos, tanto más inevitable es el consiguiente contacto con su contraparte. Este encuentro tiende a escalar durante la puesta en movimiento de los principios I A O, y tarde o temprano termina en la noche oscura del alma y el encuentro con el guardián del umbral. Es entonces que este estadio tiene que ser traspasado para alcanzar Tiphareth o Conciencia Solar. En la operación clásica de Abra- Melin, en la cual el practicante se atreve a intentar efectuar el contacto y conversación con su Santo Angel Guardián en apenas 6 meses, este agradable contacto es consecuentemente seguido con el estar nuevamente solo, invocando las fuerzas de la oscuridad dentro y fuera de uno mismo, siendo por lo tanto capaz de encontrar, aceptar e integrar la “otra cara de la moneda”. Tal como sucede en el mundo profano, incluso las más fuertes luces ocultas crean las mayores sombras.

La

Noche Oscura del Alma

Cuantas más veces los principios I A O son experimentados, más se acerca uno al inevitable y aterrorizante condición nominada “la noche oscura del alma”. Durante la fase de Apophis , uno es capaz de tener una primera aproximación a lo que se refiere este término, pero la diferencia es tan extrema y gigantesca que es muy difícil de creer o aceptar que esto es parte del proceso. La noche puede ser experimentada como un vacío donde todo, enfatizando TODO, que ha sido experimentado y sentido como significativo el día anterior, ahora ha perdido por completo su significado. No existe luz alguna en ningún lugar, nada que atraiga, nada que interese, nada que signifique cosa alguna. Es tan insignificante morir como seguir viviendo (vivir tal vez no sea un término correcto en este caso), y cuanto más se prolonga la noche, tanto más uno se convence que esta condición nunca cambiará. Es como ser un zombie que mecánicamente trata de mantener algunos aspectos de su vida, mientras que el miedo ha reemplazado al deseo y la voluntad. En términos psicológicos puede ser comparado con poner patas arriba la Jerarquía de Necesidades de Maslow , y donde uno anteriormente trabajaba con su necesidad de autorrealización y trascendencia, uno súbitamente se encuentra sin la necesidades fisiológicas más básicas.
Otra gran diferencia entre esta condición y las anteriores fases de Apophis es el grado y extensión en la cual el mundo a nuestro alrededor es afectado. No es únicamente un proceso subjetivo (que en tal caso podría ser explicado e ignorado) sino también un proceso objetivo. Esto puede manifestarse como ser robado, golpeado, perder el trabajo o vivienda, estar involucrado en un accidente (choque automovilístico, caída, etc.), contraer enfermedades, o que nuestras relaciones de pareja u otro tipo de relaciones súbita y abruptamente terminan, a menudo con peleas y emociones violentas. Es como si el medio ambiente, el mundo, en su totalidad, se aseguraran que uno no pueda escapar de esta búsqueda, en los rincones más profundos del alma, de esas malolientes y putrefactas cenizas que uno, bajo ninguna circunstancia, quiere tener contacto alguno.
Cuanto más uno trata de escapar del proceso en este estado (sea con la ayuda de intereses imaginarios, drogas, viajes, etc.), más nos carcome este sentimiento de vacuidad desde los ámbitos más profundos de nuestro ser hasta la superficie, al punto que es tan falto de significado el seguir escapando como detenerse y rendirse. Porque esta batalla nunca puede ser ganada a través del escape o la violencia, sin importar cómo éstas se manifiesten, ya que ambos bandos se encuentran en uno mismo. La tentación de utilizar diferentes formas de violencia no debe ser subestimada, ya que uno estará finalmente listo para hacer lo que sea necesario para detener la presión, incluso destruirse uno mismo. Cosas que uno “normalmente” nunca debería considerar pueden, en esta condición, ser no sólo pensables sino incluso sádicamente inspiradoras. El proceso aquí es proyectado sobre el medio ambiente, entonces duele demasiado entender que todo el esfuerzo y trabajo en conocerse uno mismo, al mundo y a la realidad (o cualquier otro motivo que uno podría tener o haber tenido) ha traído en consecuencia esta crisis.
Todo lo que uno quiere hacer cuando se encuentra en la noche, es cambiar el vacío dentro y fuera de uno mismo por algo que traiga nuevamente la sustancia, la materialidad a la existencia. El problema, sin embargo, es que si esto sucede, resulta en un nuevo escape, ya que aquí el objetivo es explorar este vacío, y cristalizarlo. Sólo cuando se ha logrado, en principio, realizar esta exploración, uno deviene, lentamente, capaz de elevarse nuevamente sin escapar de uno mismo, y sin caer nuevamente dentro del torbellino.
La cristalización es adicionalmente algo que se debe comprender y efectuar por uno mismo, incluso aunque todo nuestro ser clame por ayuda desde el entorno. Trataré de describir esto con una descripción simbólica. En mi propia experiencia de este estado pude verme a mí mismo caminando sobre la cima de una montaña, expuesto a las fuerzas climáticas que literalmente trataban de volarme de la montaña. Toda mi energía fue puesta en tratar desesperadamente de aferrarme a la angosta colina, y no podía ver (ni me importaba) si me movía hacia delante o hacia atrás. En aquellos momentos cuando el viento se incrementaba hasta alcanzar la fuerza de un huracán a mi alrededor, buscaba y no deseaba otra cosa que ser consolado por un amigo cercano, tal que no solamente pudiera evitar caer al precipicio, sino también obtener un respiro de la presión interna y externa que trituraba mi ser. Sin embargo, cada intento de arrastrar algún otro hacia mi, y de colgarme más o menos desesperadamente de esa persona, sólo resultaba en que terminara expuesto a una tormenta mayor y me sintiera aún más solo que antes. Pude experimentar cómo cierta gente en mi entorno se asustaba de mi condición, y la ayuda que trataron de darme casi me trituró aún más. Después de mucho penar y sufrimiento, pude experimentar y comprender que no podía depositar la responsabilidad en otro, que esto en sí mismo implicaba un escape de mí mismo, y que el proceso debía ser manejado y soportado por mí. Retornando al simbolismo visual, comprendí la diferencia entre obtener sostén del entorno y aferrarme al mismo, y donde este último devenía en un comportamiento escapista, el primero era capaz de asistirme cuando el viento llegaba a su climax . En consecuencia, desplacé el foco desde mi entorno a las profundidades de mi ser, y el terrorífico vacío que lo llenaba. Al hacer esto, el vacío pudo ser investigado y conocido, y, poco a poco, cristalizado.

El

Guardián del Umbral

Sin embargo, para ser capaz de alcanzar este punto en un proceso como éste, uno debe, aparte de la anteriormente mencionada depresión total, soportar el encuentro con el Guardián del Umbral. Estos encuentros (en líneas generales, hay muchos más que uno solo), pueden a veces ser lo que inicia esta noche oscura, y a veces lo que detiene la caída y trae algún tipo de terreno en el cual hacer pie. Puede decirse que el Guardián constituye todos los miedos, malentendidos, y procesos reprimidos que uno ni quiere o es capaz de reconocer o aceptar en uno mismo, y el encuentro puede ser asustar y sorprender. Como la noche oscura del alma, el guardián también es capaz de perturbar el entorno objetivo – los límites subjetivos son en consecuencia traspasados una vez más. Como el guardián es una creación personal (lo que asimismo apunta a la clave para sobrepasarlo), el guardián de cada individuo, la forma que éste tome, y el encuentro con el mismo, son altamente unívocos. Personalmente, me sorprendí mucho por cuán objetiva y real la forma de mi guardián era, pero también por el grado en que el mismo representaba el simbolismo de la tradición que había estado siguiendo por muchos años. Creo firmemente, sin embargo, que un recuento detallado de estos encuentros no sirve a propósito alguno, y que arriesgo que alguno cree una imagen de lo que suponga es el guardián, limitando por lo tanto la experiencia personal del mismo. Cuando tal encuentro seguramente ocurra, es tan intenso que, en general, no puede haber duda alguna de lo que ha sucedido, en tanto uno no se asuste tanto como para dar la espalda a todo el trabajo.
El encuentro con el guardián tiende a ocurrir durante un período de tal vez uno a seis meses (una vez más dependiendo del comportamiento y preferencias personales). Durante este período de tiempo uno está todavía en la noche oscura, en la cual gradualmente se perciben destellos de luz y esperanza, en principio unos pocos, luego más y más, lo que indica la aproximación de una aurora dorada. Paralelos a los encuentros con el guardián, los contactos con el sagrado ángel guardián (Yo superior, etc.) pueden intensificarse, y uno puede literalmente experimentar el ser arrojado entre la luz y la oscuridad, entre la esperanza y la desesperación. Muchas veces uno es capaz de creer que se ha atravesado la noche y entrado en la aurora, sólo para encontrarse el segundo siguiente en la noche oscura otra vez.
Esta fase puede facilitarse a través de cierto aislamiento del mundo exterior. Esto es, sin lugar a dudas, un período muy difícil y duro a experimentar, y si uno al mismo tiempo tiene obligaciones sociales que cumplir, trabajo o estudios en los cuales concentrarse, familia a la que hay que atender y cuidar, etc., juntamente con todo lo demás que constituye una vida “normal”, la presión sobre la vasija hermética dentro nuestro en la cual el proceso es desarrollado, podría ser tan intensa que la vasija puede literalmente quebrarse. No debe sorprendernos que nuestra sociedad no está, obviamente, construida para facilitar este proceso, pero puede ser una gran ventaja (hasta el punto en que sea posible), para limitar al mundo en concordancia con el proceso de intensificación. Notemos, sin embargo, que la intensidad del trabajo no es constante; períodos de intenso calor pueden ser seguidos por períodos de recuperación antes de que sea nuevamente el momento de incrementar la presión de la vasija. Adicionalmente, si se produce mucha intensidad y calor durante el encuentro en particular o durante la noche en general, existe el riesgo de que uno literalmente se “consuma”. Nuevamente es de gran importancia prestar atención tanto al cuerpo como al alma, y buscar adaptar las circunstancias externas de acuerdo con el proceso interno.
Si uno no resiste el encuentro con el guardián, uno puede, en el mejor de los casos, comenzar nuevamente de cero en esta vida actual. En los casos en que esto no es posible, la vida restante deviene un escape de uno mismo, donde los procesos internos son constantemente proyectados en el afuera. Esta condición puede, sin exagerar, ser descripta como ser esclavos bajo la propia sombra.

Una

Aurora Dorada

En la noche oscura del alma, todo lo que uno ha alguna vez experimentado o creído es reevaluado; relaciones, el propio lugar en el mundo, desde el más pequeño e insignificante al mayor y más importante. Todo el trabajo personal nos ha, en consecuencia, llevado a destruir aquellas máscaras e ilusiones que uno ha utilizado consigo mismo y con el entorno, y el trabajo que gradualmente sigue es reconstruirse uno mismo, como una persona que ha encontrado la muerte en vida y ha renacido. El giro puede ocurrir después de que uno ha logrado centrarse, tanto a sí mismo como a los propios procesos del universo personal, y por lo tanto ambos encuentran y constituyen el centro del mundo como el ombligo del mundo, el axis mundi. Uno ha visitado y encontrado el interior de la Tierra, y por la purificación ha encontrado el Grial, el que es llevado nuevamente al mundo.
Las primeras insinuaciones de que el proceso está a punto de abandonar la noche son, a menudo, que el candidato se atreve a mirar hacia adelante nuevamente. A través de ir conociendo partes de uno mismo que anteriormente eran impensables que existieran, esta luz consciente también puede asistirnos en la aparición y contemplación de la luz al final del túnel, y por lo tanto asistir a una nueva autoconfianza. El delicado desafío es entonces, crearse y formarse uno mismo nuevamente y (preferentemente) no repetir los patrones que fueron descubiertos durante la noche. Retomando la Jerarquía de Necesidades de Maslow , uno consigue aquí, paso a paso, construir nuevos cimientos para un ser completo propio, las bases sobre las cuales el trabajo subsiguiente puede sostenerse y comenzar. Como la mayoría de las cosas en la vida han sido reevaluadas durante el proceso y durante la noche, la tarea aquí es atreverse a que estos cambios se manifiesten en la propia vida. De diferentes maneras uno puede buscar combinar los extremos que toman la forma de espíritu y materia, los cuales han peleado la batalla en los diferentes niveles de conciencia; y sobre las bases de la sabiduría que proviene de una comprensión profunda, intuitiva y experimentada, trabajar hacia la espiritualización del cuerpo y la materialización del espíritu. Haciendo esto, el trabajo es asimismo elevado a un nivel dirigido hacia la creación ambiciosa de la Piedra de la Sabiduría, y la obtención del la Verdadera Sabiduría, Summun Bonum.

«No hay diferencia entre nacimiento eterno, restauración de la caída y el hallazgo de la Piedra Filosofal.»
Jacob Boehme